Todos sabemos que podemos sentirnos solos a pesar de estar acompañados de otras personas, rodeados de gente en un centro comercial o en la calle o incluso estando con nuestra propia familia. Y es que lo opuesto a la soledad no es la compañía, sino la pertenencia.
Según el psicólogo social Gregory Walton, investigador de este fenómeno, la pertenencia es una palanca psicológica que tiene amplias consecuencias. Nuestros intereses, motivación, salud y felicidad están inextricablemente unidos al sentimiento de que pertenecemos a una comunidad mayor que puede compartir intereses y aspiraciones comunes. Por el contrario, ser excluido puede minar nuestro bienestar, función inmunitaria, rendimiento intelectual y autocontrol.
Los estudios de Walton muestran cómo el sentido de pertenencia social puede afectar la motivación y la persistencia al realizar una tarea. Sin un sentido de pertenencia, las personas se sienten menos motivadas y tienen menos probabilidades de persistir ante los obstáculos. Creó una técnica, llamada intervención en pertenencia. Esta técnica tiene el efecto de hacer disminuir el estrés incontrolable permitiendo a las personas generar una narrativa en sus experiencias traumáticas. Coloca esas experiencias en una especie de caja, «con un comienzo, un desarrollo y un final. Como consecuencia, el significado de la experiencia negativa se reduce, y la gente entiende que cuando suceden cosas malas, no solo les pasa a ellos, que no están solos.
En sus estudios, los participantes, estudiantes universitarios, tenían la misión de ayudar a otros que estaban atravesando una situación difícil y que eran, además, la siguiente generación de estudiantes (es decir, personas con las que se podían sentir fácilmente identificados). Les daban estadísticas, frases e historias contadas por hombres de clase alta que hablaban de sus experiencias y de cómo lucharon hasta superar una situación difícil. Luego les pedían a los participantes que usaran esa información para escribir sobre la superación sus propias dificultades y de cómo la situación mejoraba. Con lo que escribían esperaban ayudar a ese otro grupo de estudiantes. Con esta creencia en mente, los participantes llegaban a la conclusión de que no importaba lo difícil que fuera la situación, no estaban solos. Es decir, aumentaba su sentido de pertenencia.
Esta intervención hizo mejorar la felicidad de los participantes, mejoró su salud y redujo la activación cognitiva de estereotipos negativos durante varios años. También les ayudó a no tomarse como algo personal muchas de las adversidades diarias y a no interpretarlas como pruebas de falta de pertenencia.
En una intervención con mujeres en un ambiente predominantemente masculino, la intervención aumentó su capacidad para manejar el estrés diario, su autoestima aumentó y se volvió más estable y desarrollaron más amistades con sus compañeros de sexo masculino.
El hecho de escribir sobre la superación de tus experiencias intentando ayudar a otros con tu historia, te sirve para darte cuenta de que no estás solo y de que tus inquietudes las estás compartiendo con muchas personas que están ahí fuera sintiendo lo mismo que tú.
Podemos pertenecer a una organización de adeptos, donde la pertenencia a ella está condicionada a una prueba de merecimiento personal, haciendo énfasis en su exclusividad, o por el contrario, la organización o grupo que no demanda cualidades especiales ni condiciones para su ingreso. Estos son preceptos que provienen de trabajos de sociólogos como Max Wever y Bryan Wilson, extrapolándolo a conceptos tan extremos como «culto» o «secta».
Pero mucho ojo, pertenencia NO es dependencia, así que hemos de distinguir perfectamente necesidad psicológica o emocional. En una sociedad cada vez más fragmentada e incierta como la que vivimos, el arraigo a algo se convierte en una «salvación», en una vía de escape. Si no tenemos buena conciencia, una personalidad fuerte y autocontrol, podemos sentirnos dependientes de algo o peor aún, de alguien. En este caso, cuando perdemos esa pertenencia, la caída puede ser terrible.
Por este motivo, el autocontrol mencionado antes, nos ayuda a relativizar los problemas, las situaciones, a nosotros en el conjunto y al conjunto con nosotros; a diferenciar los pilares realmente de más peso, y los de menos peso en nuestra vida. No dejarnos influenciar tanto por circunstancias externas, de este modo se manifiesta el desarrollo de la madurez humana.
Una autoestima fuerte, asociada a una fuerte personalidad, relaciones interpersonales y las difentes situaciones que se suceden a lo largo de la vida, forjan nuestro autocontrol. Si esto lo complementamos con el deporte, tenemos la receta perfecta: mente sana in corpore sano 😛