Una nueva era de esclavitud

El cambio incesante, la competitividad, el reconocimiento, el no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy, la apariencia, las obligaciones, la imagen, la buena educación, las decisiones precipitadas y su coste de oportunidad…

El origen de estas paradójicas dimensiones temporales y emocionales radica en la misma persona.

¿Por qué hoy es hoy y no es mañana? El día debería tener 30 horas por lo menos! Nooooooooo, vamos contra la naturaleza, a contratiempo, haciendo parecer que no hay modo de atenuar la angustia. El problema del tiempo se propone como una reflexión conflictiva con nosotros mismos. El pasar de las cosas, de las personas, confiere un sentimiento de pérdida inexorable.

Y en esta vorágine de ritmo diario que llevamos, de ciclos que se repiten una y otra vez, se encuentran alternativas, si se buscan.

¿Hemos de mantener en armonía lo que dispersa el tiempo? Creo que simplemente hay que dejar fluir. El fluir emana de una lucha interior ganada, basada en la conciencia y el buen razonamiento, y en aplicar cambios. Saberse escuchar a uno mismo, y hacer lo que te venga en gana, cuando te venga en gana, de una forma sana. Tomarse un tiempo diario para meditar y relajarse. Concentrarse en lo que se está haciendo, sin dispersar la mente en tareas futuras. Respirar: rellenar ese hueco de insatisfacción con un hábito de inhalaciones profundas, y adoptarlas como algo natural, inercial. Prescindir de lo innecesario y pernicioso, sean cosas o personas, y vivir en base a tus principios…autenticidad.

Somos esclavos del tiempo, cuando realmente es el tiempo lo más preciado que tenemos. Aprender a aprovecharlo y sobretodo disfrutarlo con lo que se desee o con quien se desee, nos hará sentirnos libres.