Es difícil describir el aluvión de sensaciones y emociones que suscita la convivencia con un niño, con una niña, en mi caso. Ya hacía tiempo que quería hacerlo, y este pasado mes de abril ví un vídeo en un grupo de Facebook de una madre de acogida que explicaba su experiencia. Me apunté el teléfono, llamé y listos, me asignaron a la última niña que se incorporó al programa de acogidas.
La ONG «Un somriure per Txernóbil» cogestiona (junto con 2 ONGs eslavas) los programas de acogidas de niños y niñas que viven en las zonas afectadas por el accidente nuclear de Chernóbil del 1986. Actualmente las zonas afectadas engloban principalmente los países de Ucrania y Bielorrusia, y es de donde vienen estos niños y niñas.
Las zonas siguen afectadas aún después de más de 32 años, habiendo actualmente controles de radiación en suelo y personas, sobretodo al entrar y salir del país. Que el suelo esté contaminado significa que todo lo que se plante también estará contaminado con radiación. Y para más inri, hay estudios que demuestran que las personas expuestas a esta radiación continuada tienen un 300% más de probabilidades de contraer cáncer, incluidos los niños.
Así que el principal motivo de estos programas de acogida es la mejora de la salud de los niños y niñas ucranianos y bielorrusos durante los meses de verano (julio y agosto) y de invierno (diciembre). Además son meses que no interfieren en la escolarización en su país.
Es sabido por todos los afectados y allegados, y con los chequeos médicos, que tras estos meses fuera de su país, los niños/as mejoran su salud y su nivel de radiación baja. El clima de Mallorca, la buena comida, la poca contaminación ambiental, una atmósfera más libre (recalcar la represión que aún actualmente vive Ucrania en cuanto a manipulación de la información y el liderazgo militar) y un ambiente amoroso, por supuesto ayudan muchísimo no sólo a mejorar su salud en general sino también a favorecer la integración.
¿Cómo he vivido esta experiencia? Pues tengo que decir que la he vivido al máximo!!! Ha sido un intercambio entre las dos en toda regla. Respeto, amor, responsabilidad, cuidados, comprensión, juego, aprendizaje, etc…y todo desde la más absoluta pureza.
He aprendido muchas cosas, incluso algunas palabras en ruso, jajajajajaja!!! Además es bien cierto que los niños sacan lo mejor de tí, y en ocasiones también lo peor, y es desde aquí que la vida te brinda otra posibilidad de conocer y mejorar aspectos de una misma. He comprendido a mi madre en algunas situaciones que viví con ella cuando era yo niña, y esto me ha dado una perspectiva diferente de la realidad en este aspecto.
Recomiendo de corazón esta bonita experiencia, tanto a personas sin hijos como con hijos, pues es un rico intercambio para los niños, una oportunidad para conocer otras culturas y aprender a valorar más lo que les/nos rodea.